jueves, 20 de enero del 2022
El Museo del Holocausto de Buenos Aires lanzó la campaña #LosÚltimosDíasEnAuschwitz. En ella compartimos testimonios de sobrevivientes sobre los días antes de la llegada soviética al campo de concentración de Auschwitz.
A continuación, los testimonios:
“Y así llegó el día 12 de enero de 1945. Fuimos a trabajar como siempre a la DAW [siglas de Deutsche Ausrüstungs Werke, en español Talleres Alemanes de Armamento], pero a media mañana notamos un movimiento raro entre los alemanes. Dejaron de preocuparse de nosotros y se reunieron entre ellos, con cabildeos y discusiones. Al medio día, ya nadie trabajaba en la planta. Había llegado la noticia de que empezaba la nueva ofensiva rusa. Esta vez en pleno invierno. Las anteriores, de los años 1943 y 1944 habían sido en primavera y otoño, pero ya no estaban los ejércitos en Rusia, sino en Polonia. Nos mandaron de vuelta al campo y no volvimos más a la DAW. Por la noche empezamos a escuchar un ruido extraño. Era la artillería rusa. Al otro día ya no fuimos a trabajar. Comenzaba la evacuación”. Edgar Wildfeuer en su libro ""Auschwitz 174.189: testimonio de un sobreviviente".
“Se evacuaban Birkenau y otros campos satélites. No salimos a trabajar, pero recibimos normalmente las comidas; parecía un domingo franco. Lo mismo se repitió el 15 de enero. Pero por la noche y al día siguiente se oyeron las famosas Katiushas del ejército rojo. Cracovia ya había caído y los rusos estaban más al oeste de Auschwitz, pero unos 50 km. más al norte. El frente alemán reventó en un solo día. En la tarde del segundo día nos entregaron las raciones para la evacuación, un pan entero y algo de salchicha. La cocina ya no trabajaba. Los primeros bloques empezaron a salir a la madrugada, a los alemanes de más graduación no se los veía, y el campo era un revoltijo de gente que iba de un lado a otro. Había desaparecido el proverbial orden alemán”. Edgar Wildfeuer en su libro ""Auschwitz 174.189: testimonio de un sobreviviente".
“Mediados de enero de 1945. Nos están evacuando. No sabemos el destino, pero la orden es que todas las que pueden caminar tienen que formar un trío. A las tres le dan un pan de aproximadamente quinientos gramos y un paquetito de margarina para repartir. Las que están enfermas y no pueden caminar, se quedan. Se rumorea que van a dinamitar el campo junto con ellas, para borrar evidencias. Felizmente, no alcanzaron a hacerlo. Pero nosotras, mi tía y yo, llamamos a otra recluta, formamos un trío, y nos pusimos en la fila. A medida que pasaban las primeras, todo era ordenado, pero de repente, cuando apareció la escuadra de aviones aliados, los mismos nazis empiezan a correr, a esconderse y nosotras no alcanzamos a obtener el pan, que es cuestión de vida en ese momento. El grupo de reclutas, hambrientas, desesperadas, se tiró sobre los canastos y empezó el saqueo. El tironeo entre ellas es feroz. Yo, asustada, me metí en un rincón temblando de miedo y lloraba pidiendo que no aplasten a mi tía, que estaba debajo del montón de mujeres, luchando para conseguir algo. Toda machucada, pudo obtener un paquetito de margarina de unos doscientos gramos que nos alimentó durante los primeros casi diez días de la marcha de la muerte. Un pedacito de margarina y un poco de nieve nos ayudaron a aguantar”. Lea Zajac de Novera en su libro ""Historias de mi mochila: Lea Zajac Novera 33502".
“Una de las cosas que más me impresiona en el recuerdo, viene de los últimos días en el campo. Ver a compañeros en estado esquelético. La forma de la cabeza era prácticamente la del cráneo, sin ningún relieve, como si la piel estuviera adherida al hueso y los ojos hundidos; era como ver a un esqueleto caminando. Recuerdo haber visto en muchos de ellos, un brillo especial en sus ojos. Ojos vidriosos anunciando la muerte. Ojos de condenados sin ninguna salvación. Recuerdo haber visto ese brillo en muchos ojos y en todos los casos la muerte sobrevenía a las pocas horas sin remedio. Sabía que no pasaría más de una noche”. "Un día más de vida. La odisea de David Galante"", de Martín Hazan.
“Ellos no imaginaban que los que quedábamos en ese estado íbamos a sobrevivir. De todas formas, estaba la orden para que dinamitaran o por lo menos incendiaran todo eso, pero entre órdenes y contra órdenes una vez más que estaban en retirada y sabían que los soldados rusos les pisaban los talones, nunca pudieron organizar esta “destrucción final” del campo y así quedamos, la mayoría desahuciados o con enfermedades avanzadas, esperando la llegada de las tropas soviéticas. De todas formas, la gran mayoría de los que quedaron en el campo en este estado, ya habían muerto para cuando los rusos entraron. Fuimos una minoría los que sobrevivimos. Imaginate que hubo nueve días donde no había agua ni comida. Sólo los que todavía nos podíamos valer por nosotros mismos, pudimos procurarnos alguna forma de sustento. Los comedores de los oficiales alemanes fueron saqueados totalmente. Las instalaciones que todavía quedaban en pie fueron revueltas de lado a lado en búsqueda de alimento o algo para calentarse. Robábamos todo lo que podíamos en busca de mantenernos vivos. Los que no se podían mover de la cama, no alcanzaron a ver la liberación. En algunos casos, si tenían algún amigo en buen estado, podía ocuparse de traer algún alimento para mantenerlos vivos. Si no, era imposible”. "Un día más de vida. La odisea de David Galante", de Martín Hazan.